Hilda empezó a tejer cuando tenía 11 años. Como muchos en la comunidad artesanal zapoteca de Teotitlán del Valle, comenzó cuando su madre le asignó tareas simples como hacer canillas de hilo o ayudar a armar la urdimbre en los telares.
A los 12 años hizo su primera alfombra. Hilda se siente muy orgullosa de haber aprendido de su madre: el oficio se ha transmitido a través de más de 4 generaciones de mujeres en su familia.
Aunque es una maestra en los tintes naturales, el proceso que más le gusta es el tejido en sí. Le resulta muy interesante el proceso de aparición de los patrones en el telar, y cuando termina de tejer un tapete lo ve como la consecución de un reto personal. Le encantan los diseños "ascendentes" donde los hilos generan formas como triángulos o diamantes.
Para ella ser tejedora teotitlánana es un gran orgullo y pasión, porque sus raíces y su identidad están de por medio. Todo lo que crea no sólo refleja su conocimiento del oficio, sino también la historia de todas las generaciones detrás de ella.